Por si no fueran suficientes, sube
y habrá más estímulos:
Tres pedales que espían tu suerte.
Las luces que abren y cierran la curva.
El volante que jamás baile o tiemble.
El fiscal, que siempre exige detrás más velocidad.
Y miente.
El abogado, que nunca se sienta delante
ni a tu lado.
¿Qué es, eso que coloca recta como un barrote tu espalda y sube hasta hacer desierto la garganta
y baja lloviendo por la frente y el escote
sin rozar la piel?
Es sólo ácida. Es sólo agua.
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