a pesar de la ciencia, los hechos, los años.
A mi cuerpo, preciso y riguroso
que se hace viejo y aguanta
las mentiras del alma.
A mis planes postergados y relucientes
esperando el aura, suplicando que baje
el freno de mano.
A mi culpa, redentora y penitente
que sostiene el pulso de las horas
donde la verdad, maldita zorra,
acaba encontrando la rendija.
Por favor, ya colgué el cartel:
no molestar.
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